Los pequeños también tienen sus propias formas de lidiar con el cansancio, la inseguridad y el nerviosismo.
Incluso en base a su poca experiencia de vida, terminan desarrollando ciertos comportamientos para hacer frente a estas situaciones. Chuparse el dedo es uno de esos hábitos calmantes.
De hecho, este es un comportamiento innato, es decir, el individuo nace sabiendo cómo hacerlo. Incluso antes de nacer, el bebé ya había aprendido a llevarse el dedo meñique a la boca, y con ello pudo fortalecer la musculatura que garantiza los movimientos de la succión para luego poder succionar.
Vea también:Niños que se muerden las uñas: ¿Cómo cambiar este hábito?
En los primeros meses y años de vida, los niños pequeños solo pueden chuparse el dedo como acto reflejo e instintivo, o como búsqueda de alimento. Pero si este comportamiento persiste durante años, se ha convertido en un hábito.
El acto de chuparse el dedo también puede estar relacionado con el ritual del sueño, especialmente en los casos en que el niño no usa chupete y no bebe biberón para dormir.
El confort adquirido con la succión tiende a calmar al niño, por lo que comienza a asociar la conducta de chuparse el dedo con las sensaciones de calidez y seguridad.
Pero si este acto se convierte en un gesto automático, una manía, puede conducir a problemas más serios, emocional, estético, fisiológico y en las interrelaciones sociales.
El hábito de chuparse el dedo después del primer año de vida puede provocar: problemas del habla, como retrasos o alteraciones; dificultades para masticar y tragar; dificultades para respirar, debido al mal cierre de los labios.
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El cuidado de los padres y otros cuidadores es fundamental para efectuar este cambio de hábitos. Acciones sencillas y prácticas son bienvenidas y pueden ayudar en este proceso, tales como: poner cinta adhesiva, masking tape o esparadrapo en el dedo del niño, y decir que le duele; hacer dibujos en la punta del dedo, o pintar la uña; ofrecer objetos alternativos que puedan producir sentimientos similares de calidez, etc.
Los pediatras desaconsejan actitudes más drásticas, como pasar un producto con sabor desagradable en el dedo del niño.
Si se enfrenta a varios intentos apropiados por parte de los padres y cuidadores para intervenir en este hábito, el niño continúa chuparse el dedo, es posible que se requiera la intervención de un especialista antes de que se pueda reparar el daño causado por la succión. agravar.
Hay casos que requieren el seguimiento de un equipo multidisciplinario, que incluye: médico pediatra, responsable de la valoración inicial y análisis general del cuadro; logopedas, que intervendrán en los problemas de habla, respiración, masticación y deglución; ortodoncista, si los arcos dentales han cambiado; psicólogos, en los casos que denoten factores emocionales involucrados.
Acabar con el hábito de chuparse el dedo puede ser incluso más difícil que quitarle el chupete, ya que de ello depende, además de la intervenciones de padres y profesionales, del propio autocontrol del niño, aún muy instintivo para dominar sus impulsos
Corresponde también a los adultos responsables, que pasan más tiempo con el niño, observar cuándo este se repite el comportamiento: si cuando está nerviosa, irritada, ansiosa, somnolienta, avergonzada, asustada, inseguro. Identificar el momento que estimula la succión es necesario para realizar la intervención correcta.
También es importante no regañar al niño cuando tiene el dedo en la boca, no lo hace para provocar a nadie, no tiene conciencia del daño que puede causar, no es más que una actitud de autorregulación, como ya hemos dicho, una forma de sentir seguro.
Si aún no es la hora de acostarse (cuando el niño necesita aún más la conducta), intenta distraerlo con otros juegos para que se olvide un poco del dedo meñique.
Y, como en todas las etapas de este proceso de desarrollo y maduración de los más pequeños, tened mucha paciencia, tranquilidad, comprensión y cariño para guiarlos y ayudarlos de la mejor manera, para que todas estas transiciones sucedan de la manera más fluida posible y con el menor daño emocional para el niño.