Para muchos, la vida útil de un zapato solo termina cuando muestra signos de desgaste, haciéndolos feos o incómodos. Sin embargo, este pensamiento era muy diferente en el pasado (siglo XX), sobre todo si contábamos con la aparición de una máquina innovadora. El fluoroscopio no solo impulsó el mercado del calzado, sino que también entretuvo a los clientes obsesionados con la tecnología. ¡Vea más sobre esta innovación!
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La fluoroscopia es una prueba que utiliza radiación ionizante para obtener imágenes consecutivas de una parte del cuerpo. También conocida como radiografía, esta prueba emite rayos X lentamente, lo que permite ver la imagen en vivo.
La fluoroscopia para ajustar los zapatos se volvió común debido a los militares. El médico de Boston, Jacob Lowy, utilizó este método para examinar los pies de los soldados heridos sin tener que quitarles los zapatos.
Al final de la guerra, Lowy aplicó la tecnología en una zapatería y buscó patentarla en 1919. Sin embargo, no obtuvo una patente hasta 1927. Por lo tanto, llamó a su dispositivo "Foot-O-Scope".
Así que no fueron sólo los soldados los que fueron llevados a los hospitales de campaña durante la Primera Segunda Guerra Mundial que se benefició del dispositivo que construyó Marie Curie, la máquina de rayos portátil X.
En la década de 1920, los clientes que no estaban listos para cambiarse de zapatos y aquellos que querían un tamaño que se ajustara bien a sus pies, tenían que someterse a un fluoroscopio. La máquina que “seleccionaba” o calzaba el mejor zapato era muy atractiva, después de todo, a la gente le gustaba que la tecnología fuera útil en su vida.
Fue solo en 1948 que los científicos comenzaron a estudiar la cantidad de radiación emitida por los fluoroscopios. De esta manera, comenzaron a ver los efectos nocivos de los residuos de estas ondas electromagnéticas y, por lo tanto, comenzaron a llamar la atención mundial.
Una encuesta realizada en Michigan, EE. UU., mostró que 43 de 200 máquinas emiten alrededor de 75R de radiación por minuto, y esta tasa extremadamente alta puede provocar diversas enfermedades a largo plazo.
Una vez que se le advirtió sobre el peligro del dispositivo, la emoción y la percepción del cliente sobre su uso se desplomaron. Después de todo, nadie quería estar cerca de una máquina que pudiera causar cáncer.
Así, con la reducción del público, los empresarios fueron abandonando paulatinamente la fluoroscopia, hasta que los estados empezaron a prohibirla. A fines de la década de 1970, los equipos que se usaban comercialmente terminaron tirados en depósitos de chatarra, tiendas de segunda mano y sótanos, convirtiéndose en historia y miedo.