Allá en la Edad Media, los miembros de la Iglesia tenían la terrible costumbre de envenenar las páginas de los libros considerados peligrosos bajo la óptica eclesiástica. La conducta fue revelada en la novela de Umberto Eco, "El nombre de la rosa", de 1980.
¿Y no será que, en este siglo, investigadores daneses encontraron tres manuscritos de los siglos XVI y XVII cubiertos de arsénico? El material es una de las sustancias más tóxicas que existen y, dependiendo de la cantidad, el envenenamiento puede causar la muerte.
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El descubrimiento ocurrió por casualidad en la Universidad del Sur de Dinamarca (SDU). Jakob Holck y Kaare Lund Rasmussen estaban estudiando las páginas de una biografía de personajes religiosos y dos obras de historia, pero tenían dificultad debido a una cubierta verde.
Realizando una prueba de laboratorio, los dos comprobaron que dicha cobertura era arsénico. Por suerte, el manejo de los textos, probablemente pertenecientes a la Iglesia Católica, fue cuidadoso, para no intoxicar a los investigadores.
Creen que nadie ha entrado en contacto con las encuadernaciones que contienen textos de derecho romano y canónico en los últimos años. Después de todo, ninguna de las tres obras estaba catalogada electrónicamente y todas estaban bien almacenadas.
El descubrimiento de Holck y Rasmussen fue informado por ellos en un artículo publicado en la revista académica "The Conversation". En él, los dos detallaron que el pigmento utilizado en las portadas probablemente sea "Verde-Paris".
Es un polvo cristalino de esmeralda que se fabrica fácilmente y se usa ampliamente en los siglos pasados. Para que os hagáis una idea, Europa producía el elemento a gran escala para ser vendido como lo había sido para pinturas.
Por tanto, es posible que piezas expuestas en museos o libros de antiguas colecciones contengan pigmentos de arsénico, entre otros elementos. En el caso de las obras danesas, los investigadores creen que el motivo de la pigmentación no forma parte de ninguna trama.
El arsénico encontrado solo estaba contenido en las cubiertas de los libros, por lo tanto, los autores solo pretendían protegerlos de gusanos e insectos. ¡Y tenían razón! El grado de toxicidad del elemento es tan alto que su efecto no cesa con el paso de los años.
Después de tantas sorpresas, las tres obras fueron catalogadas en la biblioteca de la SDU y, según los informes, los lectores no corren riesgo de intoxicación. Según Holck, “se guardan en un armario ventilado y solo se pueden tocar con guantes especiales”.
La ventilación es necesaria debido al riesgo que también presenta el arsénico al ser inhalado. Dependiendo de las condiciones, el elemento se convierte en un gas tóxico que explica las muertes registradas en la Era Victoriana.
Entre ellos, niños en habitaciones revestidas con papel tapiz verde en el siglo XIX. ¿Qué pasa con los trabajos actualmente investigados que aún pueden contener arsénico? El misterio continúa y los investigadores dicen que no hay estadísticas conocidas al respecto.