Democracia, gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía, sistema en el que los ciudadanos eligen a sus gobernantes mediante elecciones periódicas. Régimen en el que el pueblo participa, por igual, en la elaboración de propuestas, desarrollo y creación de leyes. Esta es la definición de democracia en el diccionario, pero ¿qué tiene que ver con la gestión escolar?
¿Te has parado a pensar que las decisiones que se toman en la escuela, como el uso de determinado tipo de uniforme, horarios y contenidos, no deben ser “empujadas” en la comunidad? ¿A qué docentes se debe consultar para establecer los planes de estudios? ¿Los empleados necesitan dar su opinión si la estructura de la escuela no es segura para realizar el trabajo?
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Dirigir una escuela es una acción imposible de llevar a cabo aisladamente. La participación de todos en la gestión escolar es fundamental para la satisfacción de los intereses de la comunidad. Cuando se establecen estrategias para integrar escuela y comunidad, esta última está en sintonía con la institución que, de hecho, la transforma.
Detente y piensa: ¿cuál es la función de la educación? Si tu respuesta es que el rol educativo está en promover estrategias dirigidas a la práctica de la ciudadanía a través de la formación, estás en lo cierto. Pero, si en realidad su escuela no logra estos objetivos, es una señal de que algo debe corregirse.
La definición de gestión escolar democrática la conceptualiza como el acto de priorizar la participación colectiva en las acciones que se practican en la escuela. Esto significa que las decisiones no pueden ser tomadas por el director y la coordinación de manera aislada, sino con la participación de todos los involucrados en la comunidad escolar.
Los empleados, docentes, asociaciones estudiantiles, estudiantes y padres deben conocer las estrategias desarrolladas en la escuela. Esto se debe a que la institución está inserta en una determinada comunidad y necesita tener en cuenta sus especificidades antes de imponer cualquier medida.
La principal característica de la gestión escolar democrática es su carácter descentralizador, es decir, la escuela se convierte en un espacio abierto para el diálogo y el desarrollo de una relación horizontal, sin órdenes descendientes. Este tipo de estructura no impone poder de mando en forma de jerarquías demostrando que todos tienen el poder de participar.
El caso es que el modelo de gestión democrática no es una simple actitud caritativa. Es una gestión sustentada en la Constitución Federal de 1988 reforzada por la Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional (Ley 9.394/96), además del Plan Nacional de Educación (PNE). Así, es uno de los principios para instaurar una educación de calidad.
Más arriba mencionamos que una de las características de la gestión democrática es la ausencia de centralización del poder. ¡Pero eso no es todo! Este modelo tiene, entre sus principales características:
Entre las principales características que podemos destacar está la planificación participativa. En él se desarrollan métodos y estrategias para atender las necesidades específicas de la escuela. De esta forma, se establecen prácticas para fomentar la participación de todos, no sólo su papel de espectadores.
En este sesgo hay transparencia en la toma de decisiones, es decir, se divulgan las acciones para que todo el colectivo tome conocimiento de ellas. ¿Cómo puede la escuela hacer esto? A través de los espacios físicos de la escuela o redes sociales, incluyendo el proyecto político-pedagógico, es decir, el conjunto de estrategias de la institución para el año escolar.
La elaboración del PPP está íntimamente ligada a la gestión escolar democrática. Es a través de ella que la escuela definirá lineamientos que orientarán su trabajo y orientarán las acciones que contemplen los procesos educativos. El proyecto es la forma más eficaz para que la escuela asuma el compromiso de educar frente a la realidad que orienta a la institución.
Por todo ello, es de esperar que el PPP no pueda ser elaborado de forma autoritaria, es decir, concentrado en manos de directores y coordinadores. Todos los involucrados en el proceso de enseñanza y aprendizaje deben participar en su creación, a fin de construir la identidad democrática de la institución.
La promoción de la gestión escolar democrática es posible en la medida en que integra escuela y comunidad. Por lo tanto, los gerentes deben establecer estrategias que promuevan esta integración, reuniendo a la dirección, la coordinación, los docentes, los empleados, los padres de familia, los tutores y los estudiantes.
Establecer una gestión escolar democrática supone que la propia institución debe repensar su papel como educadora. A partir de ese momento, debe desarrollar el intercambio, salir de la zona de confort e instituir formas de acercar a los estudiantes, la comunidad y el personal a la administración.
Esto se puede hacer a través de estrategias simples y periódicas, cuya frecuencia, una vez más, debe ser discutida por el colectivo.
En definitiva, la gestión escolar democrática se caracteriza por compartir las decisiones. Pero, además, se trata de generar espacios de diálogo para dedicar efectivamente el tiempo de los educadores a las personas involucradas en su gestión, procurando que los proyectos y la rutina escolar sean de interés para todo.