La infancia es una fase crucial en nuestras vidas, que da forma a lo que seremos como adultos. Sin embargo, no todos tienen la suerte de tener una infancia feliz y estable.
Algunos de nosotros crecemos como el "niño Perdido“, sin el amor, el apoyo y la guía necesarios para florecer. Desafortunadamente, los efectos de este tipo de infancia pueden persistir hasta la edad adulta.edad adulta, afectándonos de maneras sutiles pero significativas.
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Aquí hay algunas señales de que puede haber crecido como el "niño perdido" y cómo podría estar afectándolo en este momento.
Cuando estamos privados de amor y cuidado en la infancia, puede ser difícil confiar en las personas que nos rodean. Esta falta de confianza puede llevarnos a construir muros emocionales, dificultando la formación de relaciones sanas y duraderas.
La falta de apoyo y validación en la infancia puede dejar marcas profundas en nuestra autoestima.
Si hemos sido constantemente criticados, descuidados o menospreciados, es probable que tengamos una visión negativa de nosotros mismos.
Esta baja autoestima puede impedirnos perseguir nuestros sueños y alcanzar nuestro máximo potencial.
Como “niño perdido”, a menudo buscamos validación externa para llenar el vacío emocional que sentimos dentro.
Buscamos la aprobación de los demás y nos volvemos dependientes de las opiniones de los demás para sentirnos valorados.
Esta búsqueda constante de validación puede dejarnos vulnerables a la manipulación y evitar que desarrollemos una autoestima saludable.
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Cuando crecemos sin límites claros y saludables, podemos tener dificultades para establecerlos como adultos.
Podemos sentirnos culpables por decir que no, permitiendo que otros traspasen nuestros límites y nos abrumen.
Esta falta de imposición puede conducir al agotamiento emocional y físico, perjudicando nuestra salud y bienestar.
Como el “niño perdido”, el miedo al abandono puede perseguirnos. Es posible que tengamos dificultades para confiar en que la gente se quede con nosotros, lo que nos lleva a actuar de manera contraproducente para evitar el abandono.
Este miedo puede dañar nuestras relaciones y evitar que formemos conexiones profundas y significativas.
Cuando no aprendemos a lidiar con nuestras emociones en la infancia, puede ser un desafío enfrentarlas en la vida adulta.
Podemos reprimir sentimientos o explotar en rabietas, sin saber cómo expresar nuestras emociones de manera saludable. Puede dañar nuestras relaciones y nuestra salud mental.
Reconocer los efectos de una infancia difícil es el primer paso para sanar y crecer como individuo. Es fundamental buscar ayuda profesional, como terapia, para lidiar con problemas tan profundos.
Con tiempo y el apoyo adecuado, es posible superar los efectos de una infancia como un “niño perdido” y construir una vida plena y significativa.