El “Árbol de Frankenstein”, también conocido como el “árbol de 40 frutos“, es una expresión artística y científica innovadora enfocada a la conservación del medio ambiente y la concientización sobre la pérdida de la diversidad de frutos consumidos.
El cerebro detrás de esta creación es Sam Van Aken, profesor de artes en la Universidad de Syracuse, ubicada en el estado de Nueva York. Su objetivo al concebir tal obra era trascender los límites del arte, la agricultura y la conservación.
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Aunque este extraordinario árbol no tiene un nombre propio, comúnmente se le conoce como el “árbol de los 40 frutos”. La elección del número 40 no fue aleatoria, sino más bien una referencia al concepto de multitud que se encuentra en las religiones occidentales.
(Imagen: Reproducción/Internet)
Esto refleja uno de los principales propósitos del proyecto de Van Aken: llamar la atención sobre la pérdida de diversidad en los alimentos de los que formamos parte.
Van Aken explica que hace un siglo, en Estados Unidos, se cultivaron más de 2 mil variedades de melocotones, casi 2 mil tipos de ciruelas y alrededor de 800 especies de manzanas.
Sin embargo, la mayor parte de esta rica biodiversidad se ha perdido debido a la industrialización de la agricultura, las enfermedades y el cambio climático.
La magia detrás del “Árbol de Frankenstein” reside en la antigua técnica del injerto. Cada árbol frutal se transformó en una única especie, permitiendo múltiples injertos que permiten compartir un mismo tronco con distintas variedades de frutos.
Este proceso es un recorrido que dura varios años, incluido un año para verificar el éxito de cada injerto, dos o tres hasta la árbol comienzan a producir frutos y, a veces, se necesitan hasta ocho años para que se desarrolle un árbol completo, con 40 tipos distintos de frutos.
Los árboles creados por Van Aken pertenecen al género Prunus, que engloba varias especies, como melocotoneros, ciruelos, cerezos y albaricoqueros, cada uno con cientos o miles de variedades.
Durante la mayor parte del año, estos árboles se parecen a cualquier otro, pero en primavera florecen en tonos blancos y rosados. La máxima maravilla llega en verano, cuando las flores dan paso a 40 variedades distintas de melocotones, ciruelas, cerezas, nectarinas y albaricoques.
Finalmente, el “Árbol de Frankenstein” es, por tanto, un homenaje a la biodiversidad de frutos y una expresión única que une arte, ciencia y conservación del medio ambiente.
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