Asistir a la universidad y trabajar con tecnología no estaba en los planes de Jefferson Lima, de 38 años. Sin embargo, terminó conquistando todo esto. Nacido y criado en la comunidad de Cachoeira, en el norte de São Paulo, Jefferson fue el primero de su familia en ser aprobado en la universidad. “La educación es la herramienta que me permite mirar un universo muy diferente a las paredes desnudas del barrio donde crecí”, dice.
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Su realidad fue transformada a través de la educación. Actualmente, la misión de Jefferson es transformar a jóvenes de la periferia, que tienen historias muy parecidas a la suya. En 2018 creó Prototipando a Quebrada (PAQ), un proyecto de educación tecnológica para aquellos jóvenes que no tienen condiciones económicas en la Gran Florianópolis, donde vive actualmente.
El programa existe desde hace tres años. Sin embargo, la relación que se construyó entre el educador y el mundo de la tecnología comenzó mucho antes. Incluso antes de terminar su graduación y maestría en Historia, sintió el deseo de profundizar en este mundo y tomó un curso técnico en Informática a la edad de 15 años. Después de terminar su maestría, terminó enseñando robótica en una escuela en las afueras de Florianópolis. “Los talleres encantaron a los alumnos”, recordó. Y así, terminó tomando la decisión de compartir su conocimiento.
Se le presentó un kit de robótica y tuvo la idea de crear un taller de tecnología que enseña a los jóvenes de las comunidades de Florianópolis, el PAQ. Con la ayuda de una vieja PC, enseñó a 40 estudiantes. “Aunque la experiencia fue linda, descubrí que, en realidad, los alumnos jugaban a aprender. El kit para 5 personas se estaba compartiendo con 40”, dijo. Jefferson terminó tomando un descanso de los talleres y reestructuró completamente el programa y, a través de avisos públicos de empresas de tecnología y alianzas con instituciones, su proyecto terminó atendiendo a más de 150 estudiantes en 2021.
El proyecto, que comenzó con clases de robótica, terminó convirtiéndose en cursos destinados a acercar a los jóvenes periféricos al mercado tecnológico. “Nos dimos cuenta de que los adolescentes aprendían a programar, pero no iban a trabajar en el área”, lamenta Jefferson. “El mercado de trabajo absorbió al aprendiz para trabajar en un oficio. El perdedor fue el sector tecnológico”, agregó.
No existen razones por las cuales los jóvenes con calificaciones no puedan trabajar en el sector, ya que en Florianópolis hay muchas vacantes en el sector de tecnología. La capital de Santa Catarina terminó siendo conocida en los últimos años como la “Isla del Silicio Brasileño”. Según datos de la Asociación de Tecnología de Santa Catarina (ACATE), el municipio reúne 4.000 empresas de tecnología que facturan R$ 10 mil millones anuales.
Y, a través de Prototipado de la Quebrada, desde el año pasado ya se contrataron tres jóvenes del proyecto con contrato formal. Además, se cubrirán cinco vacantes más en una empresa de programación.
Bruno Capistrano, de 17 años, soñaba con conseguir trabajo en una startup. “Pensé en trabajar en una empresa donde pudiera crecer y aprender rápidamente. Pero nunca pensé que contratarían a un aprendiz”, dijo.
Hace unos meses, terminó cumpliendo su sueño y aseguró un trabajo formal. Bruno es actualmente asistente administrativo en una startup de inteligencia artificial y en su tiempo libre estudia programación.
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