Numerosos artistas creativos han tenido la vida marcada por la enfermedad, como Johannes Vermeer, Wolfgang Amadeus Mozart, Jane Austen, Franz Schubert y Emily Brontë y Ludwig van Beethoven. Este último experimentó problemas de salud en su vida adulta, incluidos dolor y pérdida de audición, lo que afectó su trabajo y lo llevó a considerar el suicidio.
Si bien se han escrito libros sobre la salud de Beethoven basados en registros históricos, los investigadores ahora están investigando qué puede revelar su genoma (ADN) sobre sus condiciones de salud.
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Una colaboración internacional para estudiar el ADN de Beethoven comenzó gracias a Tristan Begg, un fanático de Beethoven y estudiante de antropología biológica en la Universidad de California, Santa Cruz. Actuando como voluntario en Ira F. Brillante Centro de Estudios de Beethoven, Begg conoció al musicólogo William Meredith, iniciando el proyecto.
Fueron necesarios ocho años y la ayuda de varios especialistas para desarrollar el proyecto hasta su publicación. Begg, que ahora está haciendo un doctorado en la Universidad de Cambridge, fue el único que trabajó a tiempo completo en el proyecto.
Extraer y analizar ADN de restos humanos es un proceso complejo, pero los avances técnicos han impulsado el estudio del ADN antiguo. Aunque los dientes y el hueso del cráneo son las mejores fuentes de ADN humano, estas partes no estaban disponibles en Beethoven. Sin embargo, había cabello, ya que coleccionar mechones de personas famosas era común en ese momento.
El cabello sin raíces es una fuente de ADN menos tratable, con secuencias cortas y degradadas. Usando software especializado, es posible ensamblar meticulosamente estas secuencias y construir una secuencia genómica tan completa como sea posible.
El estudio utilizó fragmentos de ocho mechones de cabello atribuidos a Beethoven, procedentes de distintas procedencias. Cinco de ellos contenían ADN de un hombre cuyos datos coinciden con la época de principios del siglo XIX.
En colaboración con FamilyTreeDNA, fue posible rastrear el linaje del individuo hasta el centro-oeste de Europa. El equipo cree que se trata de Beethoven, ya que algunas muestras tienen registros de fuentes continuas que se remontan a la década de 1820. La compatibilidad genética entre las muestras y la sólida documentación de los orígenes refuerzan esta hipótesis.
Los otros tres candados mostraron diferencias genéticas, incluido uno de una mujer, sin información clara sobre cómo estaban vinculados a Beethoven.
Una de las mechas erróneamente atribuidas a Beethoven fue utilizada en estudios anteriores que sugerían envenenamiento por plomo. Sin embargo, hallazgos recientes indican que esta conclusión ya no es válida. El octavo mechón de cabello contenía poco ADN, por lo que era imposible confirmar su autenticidad.
La investigación no ha identificado una causa genética para el problema de salud más famoso de Beethoven, la pérdida de audición. Sin embargo, enfrentó otros problemas de salud como problemas gastrointestinales y enfermedades hepáticas.
El análisis genético no reveló predisposición a condiciones gastrointestinales específicas, pero señaló variantes genéticas asociadas con cirrosis hepática y hemocromatosis.
Beethoven también contrajo hepatitis B en los últimos meses de su vida. El consumo de alcohol puede haber agravado su condición hepática. Aunque su consumo de alcohol era común para la época y la región, puede haber sido en niveles considerados dañinos.
Al examinar el genoma de Beethoven y tratar de vincularlo con parientes vivos, los investigadores se centraron en el cromosoma Y, heredado solo a través de la línea masculina. Cinco hombres con el apellido Beethoven proporcionaron muestras de ADN, compartiendo el mismo cromosoma Y, proveniente de un ancestro común, Aert van Beethoven.
Sin embargo, el cromosoma Y en los mechones de cabello de Ludwig van Beethoven era distintivo, lo que sugiere que en algún lugar entre las siete generaciones de la familia, el padre de alguien no era su padre biológico. La generación en la que esto ocurrió no puede determinarse con base en la evidencia disponible.
Fuente: La conversación