Una encuesta publicada por Jornal do Comércio en abril de este año arrojó cifras alarmantes. Monitoreo realizado en 25 escuelas de Porto Alegre (RS), durante dos años, detectó que el 42% de los alumnos asumió que ya había sufrido algún tipo de agresión en la escuela y el 79% dijo haber sido objeto de algún tipo de agresión. discriminación.
Los datos fueron recolectados por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y la Secretaría de Estado de Educación (Seduc RS). Lo más impactante es que esta realidad, aunque registrada en la capital de Rio Grande do Sul, no se restringe a ella y se extiende por todos los estados brasileños.
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Un artículo reciente publicado por Portal G1 indica que la tasa de agresión contra docentes en escuelas públicas de São Paulo, este año, es la más alta desde 2014. Solo en el primer trimestre ya se habían registrado 64 casos. Considerando el mismo período de 2014, el número fue de 51. A lo largo del año pasado, hubo 251 ocurrencias.
Ante este terrible panorama, queda la pregunta: ¿cómo pueden las instituciones enfrentar el problema de la violencia escolar?
En octubre de 2017, Brasil fue sorprendido por la triste noticia de un estudiante de una escuela privada en Goiânia que abrió fuego contra sus compañeros. Dos murieron y tres resultaron heridos. Uno de los compañeros acabó parapléjico. El joven fue detenido y se encuentra recluido en un centro especializado para menores infractores.
Este tipo de episodios hace que, al hablar de violencia escolar, los primeros factores que señalemos sean el uso de armas y la agresión física. Pero el caso nos lleva a otro tipo de problema, el bullying, también considerado un tipo de violencia en la escuela. Además de ello, se debe incluir en la lista el racismo y la intolerancia, así como los robos realizados en los alrededores.
Veamos cómo se clasifican los tipos de violencia escolar:
Los cuatro tipos también se pueden agrupar en tres grupos más grandes, a saber, violencia contra la escuela (depredación de la propiedad y desvalorización del maestro), violencia en la escuela (institución como excluyente en casos de orientación sexual, género, raza y clases sociales) y violencia en la escuela (relación alumno-alumno y estudiante profesor).
La propia distinción entre los tipos de violencia nos ayuda a comprender qué lleva a un alumno o al docente a cometer actos violentos. Son varios los factores que desencadenan la violencia, como la desigualdad social, la desvalorización de la carrera, la estructura familiar, las condiciones emocionales del estudiante, la intolerancia y el bullying.
¿Cómo puede la escuela hacer frente a la violencia escolar?
No existe una fórmula mágica para acabar con el problema de la violencia escolar. Sin embargo, algunas estrategias pueden y deben adoptarse para combatir esta triste realidad.
El primer paso es que la escuela no generalice la raíz del problema. No es prudente considerar que la principal causa de la violencia escolar sea el bullying o que, como institución de comunidad necesitada, las posibilidades de recibir estudiantes transgresores son mayores (ejemplo extremo de intolerancia y prejuicio).
La escuela, que desempeña un importante papel social, debe permanecer abierta al diálogo con los alumnos y con toda la comunidad escolar. Esta es la llamada gestión democrática, en la que la institución construye las reglas que rigen la escuela de manera compartida con quienes, de hecho, están involucrados en ellas. Es la mejor forma de reconocimiento y detección de problemas.
En un grupo de alumnos siempre está el más callado, el que baja la cabeza o se aísla de los demás. El gran error es pensar que esto es una característica de cada uno cuando, en realidad, este tipo de conductas pueden esconder un gran problema. Por lo tanto, es importante que los docentes y directores estén al tanto.
Como profesionales en contacto directo con los estudiantes, es necesario que observen cambios en el comportamiento. A partir de ahí, intenta hablar con el alumno, ganando la confianza que no siempre se consigue en casa. A la primera señal de que es necesario abordar algo, el siguiente paso es comunicarse con los padres.
Una vez más, mencionamos la importancia del contacto de la escuela con las familias de los estudiantes. Esto aplica tanto para reportar un problema que está pasando en la institución como incluso para detectar si, en realidad, algo está pasando en el propio entorno familiar del niño, niña o adolescente.
La premisa de que quienes crecen con violencia tienden a reproducirla es muy válida. La tendencia es que los estudiantes descuenten lo que reciben fuera de la escuela a un colega o maestro. Por ello, investigar las raíces de los comportamientos extremos es fundamental para combatirlos, haciendo de la escuela un entorno saludable.
¿Su estudiante sufre algún tipo de violencia en el hogar y, por lo tanto, la reproduce en la escuela? Tal vez sea el momento de orientar a la familia para que busque ayuda profesional. De la misma manera, si el problema está en la escuela, es hora de trabajar el tema junto con el equipo y otros estudiantes para poder solucionarlo.
Las conferencias, las reuniones de padres y maestros, así como los eventos de capacitación son verdaderos aliados. La discusión de ideas puede ayudar al alumno agraviado a tomar conciencia de su propio valor, a la familia a analizar las consecuencias de sus actos y al agresor a autocriticar sus actos.
Tal integración encuentra respaldo en disposiciones constitucionales, como el Estatuto de la Niñez y la Adolescencia y la Ley de Lineamientos y Bases de la Educación. La Constitución Federal, entonces, establece la necesidad de integrar la familia, la sociedad, la comunidad y el Estado en el proceso educativo, protegiendo a los estudiantes contra la violencia, la crueldad y la opresión.
El trabajo conjunto trae resultados favorables desde el momento en que toda la lucha contra la violencia iniciada en la escuela continúa en el hogar. Juntos, padres y educadores deben velar por la integridad física y moral de los alumnos. La aproximación entre los dos pilares formativos hace más segura a la comunidad escolar.
Dentro del contexto mencionado, las escuelas pueden organizar acciones efectivas para combatir la violencia en las escuelas, tales como:
Los padres, por su parte, deben complementar las acciones realizadas en la escuela. La comunicación y transmisión de valores con los niños es fundamental en la lucha contra la violencia escolar, aunado a aspectos como:
El problema de la violencia escolar afecta a todos y, por tanto, es responsabilidad de toda la comunidad extinguir el problema. Por lo tanto, la integración entre la escuela y la comunidad, especialmente las familias, es de suma importancia en la construcción de un entorno verdaderamente educativo.