¡Un cuento de superación para estimular tu semana! Robson Vinícius de Amorim Silva, de 18 años, fue aprobado en el programa LaunchX del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y sufraga los gastos vendiendo trufas. El joven superó los problemas de aprendizaje y se convirtió en autodidacta. ¡Conoce tu camino!
El residente de la ciudad de Suzano fue aprobado en el programa monitoreado por empresarios y especialistas en la reconocida entidad estadounidense. Al final del curso, el objetivo es que los alumnos monten una startup lista para lanzar al mercado.
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Dedica los meses de mayo y junio a preparar el anteproyecto del proyecto. En él, Robson señalará sus áreas de interés para llegar a programas probables. Según él, la robótica móvil y la realidad virtual son lo que más le atrae.
El curso de vacaciones más estancia cuesta R$ 6.295,00. En siete días, Robson tuvo que traducir la documentación para solicitar la subvención ya obtenida del 98,45% del importe total. Pero además de los USD 100 restantes, tuvo que pagar boletos y comida.
¡Una vez más, el estudiante de Sesi estaba decidido! Al enterarse que el presidente de la institución estaría en Suzano, Robson aprovechó para llevarse la carta de aceptación, además de contar la situación económica de la familia. Terminó recibiendo boletos a través del Servicio Social.
Ahora, el niño necesita reunir R$ 3.000, hasta la fecha de salida, para cubrir gastos relacionados con alimentación y documentación. Para ello, sale a las calles de la ciudad en lo que él llama una bicicleta de comida, además de contar con la ayuda de su madre y amigos para conseguir el dinero.
Según él, la madre “va a dar un poco, las madres de mis amigos están haciendo una rifa para darme parte del dinero y el resto lo debo sacar de la venta de trufas”. El niño estima que gasta aproximadamente USD 20 diarios en comida, además de costos de pasaporte, visa y traducción de documentos.
Vale la pena recordar que la venta de trufas no tiene precedentes en la vida de Robson. Con el fin de armar robots y competir en las Olimpiadas de Matemáticas de la Escuela Secundaria, el niño le sugirió a un grupo de amigos que vendieran los dulces para obtener ingresos. Juntos recaudaron R$ 5.000 en seis meses.
Con el dinero, los jóvenes compraron baterías, sensores, impresión 3D y los sistemas necesarios para su montaje. Todo el esfuerzo dio sus frutos. El grupo de cuatro amigos, incluido Robson, ganó las etapas regional y estatal, además de terminar quinto en la etapa nacional.
La aceptación en el MIT representa más que una victoria, es una superación en la vida de Robson. En la infancia, el niño tuvo problemas de aprendizaje, con dificultades para unir sílabas y formar palabras. Según su madre, Ana Silvia Galvão Silva, fue rechazado en algunas escuelas.
Maestra, Ana matriculó a su hijo en una escuela de tutoría, además de iniciar un tratamiento con una psicopedagoga y una logopeda. Este incluso recuerda que Robson sabía leer y escribir en la oficina. Cuando estaba en segundo grado, consiguió una beca en el Sesi, pero para eso tendría que volver al primer año.
A partir de entonces, el desarrollo de Robson fue cada vez más notable. La madre y la logopeda se dieron cuenta de que el niño se había vuelto autodidacta cuando hacía comentarios científicos. “Le cuestioné de dónde sacaba esa información y dijo que leía revistas en línea”, cuenta Cristina Santana, una profesional que lo acompañó.
Apasionado por los robots, Robson siempre soñó con graduarse en universidades norteamericanas. A mediados del año pasado hizo su primer intento al rendir los exámenes en la Universidad de Stanford en California. Acabó en lista de espera por no lograr el rendimiento esperado.
El siguiente proceso en el que participó fue MIT, pasando por la descripción de actividades extracurriculares, simulaciones de inversión, historia escolar, textos que explican tus habilidades, videos y entrevistas en Inglés. El dominio del idioma vino a través de estudiar solo en casa.
Finalmente fue aceptado, consiguiendo un facilitador en su aprobación de graduación por parte del instituto. Para mejorar la conversación, Robson se inscribió en un curso en línea. Las clases son impartidas por un profesor estadounidense, cuatro veces por semana.
¿El mensaje final que deja Robson ante tantos desafíos? “La vida es como un vaso medio lleno, y todos los días te roba un trago. Entonces, tengo que pensar en lo mejor que puedo hacer con él para obtener los mejores resultados, sin olvidar dónde estoy, cuál es mi realidad y hacia dónde quiero llegar”.
¿Qué desearle después de todo esto? ¡La mejor de las suertes en tu nuevo viaje, Robson!