Imagínese buscar en el tejado de una antigua catedral en buscar polvo cósmico, partículas microscópicas del espacio exterior que llevan consigo los secretos de la formación de Sistema solar y posiblemente la clave del origen de la vida en la Tierra.
Ésa es la misión de Penny Wozniakiewicz de la Universidad de Kent y su equipo, que están transformando los tejados históricos del Reino Unido en un laboratorio para descubrimientos sobre el universo.
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El polvo cósmico, también conocido como micrometeoritos, está compuesto principalmente por restos de cometas y asteroides.
Estas misteriosas partículas se encuentran dispersas por todo el Tierra, y los científicos creen que contienen pistas cruciales sobre la historia de nuestro planeta y el Sistema Solar. Sin embargo, localizarlos y estudiarlos es una tarea desafiante.
La mayor parte del polvo cósmico que llega a la Tierra proviene de la nube Zodiacal, una nube de polvo interplanetaria que orbita alrededor del Sol.
Cuando la Tierra atraviesa una nube de este tipo, el polvo cósmico es arrastrado por la atmósfera y se deposita en la tierra. Por eso, estas pequeñas piezas se pueden encontrar en todas partes, incluso en nuestra ropa.
(Imagen: M.Van Ginneken/Folco, Universidad de Pisa/Reproducción)
Sin embargo, encontrar y recolectar este polvo no es una tarea sencilla. Matthew Genge, del Imperial College de Londres, describe esto como buscar “una aguja cósmica en un pajar”. Pero hay un lugar donde tales partículas aparecen más fácilmente: el Antártida.
Allí es el lugar perfecto para buscar material cósmico, ya que es el punto más seco de la Tierra. La falta de agua líquida significa que el polvo cósmico y los micrometeoritos tienen una vida útil más larga.
En este entorno hostil, Genge pasó siete semanas recogiendo muestras de polvo cósmico, encontrando miles de micrometeoritos entre los 5 kg de material recogido.
Penny, por otro lado, centra su investigación más cerca de casa, en los tejados de las antiguas catedrales del Reino Unido. ¿El motivo? Estas estructuras son antiguas y relativamente intactas en comparación con los edificios modernos.
Además, las catedrales suelen tener registros detallados sobre su mantenimiento y limpieza, lo que ayuda a los investigadores a determinar cuánto tiempo lleva acumulándose el polvo cósmico.
El proceso de recolección y análisis de estas muestras es meticuloso. El material se limpia, se pasa a través de tamices para separar las partes lo suficientemente pequeñas como para considerarlas polvo cósmico y luego se examina bajo un microscopio.
La composición elemental y la presencia de isótopos radiactivos en rápida descomposición son indicadores cruciales de que la partícula es de origen cósmico.
Penny Wozniakiewicz y su equipo tienen planes ambiciosos para mostrar los descubrimientos de una manera única. Su objetivo es convertir inspecciones detalladas del polvo cósmico en impresionantes modelos 3D que se exhibirán en las catedrales donde se encontraron.
"La idea es tomar algo que apenas puedas ver en tu dedo y hacerlo mucho más grande para que puedas sostenerlo en tu mano", explica Penny.
Cada año, aproximadamente 100 mil millones de partículas de polvo espacial aterrizan en la Tierra, llevando consigo secretos de asteroides y revelando destellos de la formación de sistemas planetarios.
Estos micrometeoritos, además de agua, también contienen moléculas orgánicas, lo que sugiere que pueden haber servido como componentes básicos de la vida en la Tierra.
El polvo cósmico actúa como un puente que nos conecta con el cosmos, proporcionando pistas sobre la intrincada relación entre los cuerpos celestes y nuestro planeta.
Cada partícula microscópica que Penny Wozniakiewicz y otros científicos encuentran en los tejados de las catedrales o en regiones inhóspitas de la Antártida nos ayuda a desentrañar los misterios del universo y del nuestro propio existencia.
Estas partículas invisibles, alojadas en los lugares más inesperados, son auténticas mensajeras del espacio profundo y traen consigo historias que apenas empiezan a contarse.