Desde la década de 1990, un sofisticado sistema de vigilancia global, originalmente diseñado para detectar explosiones de bombas nucleares no autorizado, encontró una aplicación sorprendente.
El aparato tecnológico jugó un papel crucial en la identificación de una nueva población de ballenas azules en peligro de extinción en el Océano Indico, gracias al característico canto de estos majestuosos cetáceos.
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El descubrimiento revela vívidamente cómo las innovaciones pueden trascender sus propósitos originales.
A través de un sistema diseñado para prevenir conflictos nucleares, surgió conocimiento de una nueva agrupación de la subespecie conocida como ballena azul pigmea (Balaenoptera musculus brevicauda).
Los animales encontrados, que forman parte de la familia de las ballenas azules, se encuentran entre los seres vivos más grandes de nuestro planeta, con un imponente peso de 90 toneladas y una longitud que alcanza los 24 metros.
(Imagen: Reproducción/Pixabay)
A través de estaciones hidroacústicas, los científicos han seguido de cerca el comportamiento de este grupo extremadamente raro de ballenas, que destacan por su peculiar canto antes mencionado, que les sirve como una especie de firma sonora capaz de diferenciarlas de otros.
La investigación reveló que estos mamíferos únicos realizaron migraciones en el Océano Índico, en un recorrido que abarcó del este al centro-oeste, pasando por el Archipiélago de Chagos.
Posteriormente se desplazaron hacia el norte de Australia Occidental y, según los análisis más recientes, se encontraban muy cerca de Sri Lanka.
Los hallazgos, documentados en un estudio publicado en la revista Nature, llevaron a los investigadores a identificar al menos cinco poblaciones distintas de ballenas azules en el Océano Índico.
Una de estas poblaciones está compuesta por la especie Balaenoptera musculus intermedia, también conocida como ballena azul antártica, mientras que las otras cuatro pertenecen a la subespecie de ballena azul pigmea.
La rareza de estas ballenas azules se atribuye en gran medida a la incesante caza humana. Durante la década de 1920, se estimaba que existían alrededor de 239 mil ejemplares de estos majestuosos cetáceos.
Sin embargo, debido a la intensa exploración, este número disminuyó drásticamente, llegando a menos de 500 individuos en 1973. Ahora, las poblaciones están en proceso de recuperación, incluso después de años de caza violenta.
Esta renovación es un testimonio de la resiliencia de la vida marina, pero para que este progreso continúe, es crucial que la pesca de estos La caza de ballenas sigue prohibida a nivel internacional, una medida que no se ha seguido en todas partes, como es el caso de Japón.
La preservación de especies tan impresionantes depende de nuestro compromiso continuo con la protección y conservación de los océanos.
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