Ni un centavo, ni más, ni menos. Este es el sombrío panorama de la educación brasileña, que, hasta ahora, no ha recibido nada de los R$ 801 millones asignados al nuevo (y ampliamente celebrado) programa. de alfabetización en el presupuesto de este año, bajo el "pomposo" título de "Compromiso Nacional por la Alfabetización Infantil", lanzado el pasado mes de junio y que ni siquiera llegó a despegar.
Otro programa “caro” para Planalto – y también objeto de gasto en publicidad – el de la Escola em Tempo Integral, contó sólo con el 41% de su asignación total prevista de R$ 1 miles de millones, efectivamente ejecutados hasta la fecha, con el agravante de que la mayoría de los recursos liberados no han sido utilizados efectivamente para el fin previsto original. La conclusión obvia es que estos dos pilares de un área central del gobierno del PT son sólo la 'sombra' de lo que se proponía.
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Como la promesa prevalece sobre el compromiso, la predicción de Planalto de una inversión de R$ 1 mil millones este año y otros R$ 2 mil millones, hasta 2026, para “erradicar” el analfabetismo sistémico brasileño. Ni siquiera la idea marketing de utilizar al entonces gobernador de Ceará, hoy ministro, como “chico del cartel”. de Educación, Camilo Santana, bastó para convencer a la ciudadanía sobre la continuidad de la medida federal.
Ironía o no, hubo una falta de “compromiso” federal (perdón por el juego de palabras) para hacer cumplir la distribución de recursos entre las redes educativas estatales y municipales. Peor aún, la noticia que no quiere ser silenciada es que el MEC ni siquiera habría comprometido monto alguno, lo que tendría como finalidad facilitar acciones de formación docente, además de elaborar materiales. Con los recursos "comprometidos" en la mano, correspondió a las escuelas crear los llamados "rincones de lectura", una acción educativa que continuó en el ámbito de la ficción política.
La consecuencia de esta “inacción” palaciega es que, en el mejor de los casos, cualquier acción concreta sólo llegará a las aulas en el año viene (si llega), en el que los secretarios de educación ya estarían resignados a que el próximo año escolar comenzará sin ningún cambio eficaz.
La dura realidad, guiada por el propio MEC, es que el 60% de los niños brasileños no saben leer ni escriben cuando llegan al segundo año de la escuela primaria, lo que corresponde aproximadamente a 4 millones niños. Toda una tarea por cumplir para el presidente y su sub de Educación, un compromiso de mandato por cumplir a cabalidad.