La población de la capital china cayó por primera vez desde 2003, según datos publicados por las autoridades chinas el miércoles pasado (22). En 2022, Beijing registró más muertes que nacimientos, resultado del alto costo de vida, el gasto en educación y la política del hijo único.
La tasa de mortalidad de la ciudad aumentó a 5,72 muertes por cada 1.000 habitantes, mientras que la tasa de natalidad se redujo a 5,67 nacimientos por cada 1.000 habitantes. Los demógrafos afirman que esta caída sigue una tendencia natural en el país y está influenciada por factores económicos y sociales.
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Ante esta realidad y temeroso de los impactos negativos del envejecimiento de la población, el Partido Comunista Chino se ha esforzado por revertir este proceso ofreciendo incentivos a la natalidad.
Se implementaron cambios legislativos para ampliar el acceso a la salud materna y tratamientos como fecundación in vitro, además de reducir la burocracia en el registro de nacimientos e incentivos económicos Para padres. Sin embargo, estas medidas aún no lograron convencer a los adultos sobre las dificultades económicas de la población y el legado de la política del hijo único.
La política del hijo único de China fue una política del gobierno que estuvo vigente desde 1979 hasta 2015, limitando la cantidad de hijos que las familias podían tener. Esta política fue creada con el objetivo de controlar el crecimiento de la población del país y aliviar los problemas médicos y sociales derivados del aumento de la población.
La política se hizo cumplir a través de leyes y reglamentos que castigaban a las familias con más de un hijo, con fuertes multas, pérdida de beneficios sociales y restricciones para obtener empleo. Además, la política también ha llevado a la adopción forzada, abortos forzados y esterilización forzada en algunas zonas del país.
Sin embargo, las autoridades chinas han cambiado de opinión y actualmente alientan a las parejas a tener más de un hijo, pero muchos chinos se resisten. Las mujeres, en especial, son reacias a ser madres debido a las presiones de género tradicionales y la cultura laboral rígida.
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