¿Alguna vez ha escuchado que los buenos y los malos recuerdos afectan el aprendizaje de un niño de diferentes maneras? Por ejemplo, un educador solidario, que atiende todas las necesidades del niño, despierta recuerdos positivos y contribuye benéficamente al aprendizaje, ¿no?
Al mismo tiempo, un educador muy austero, que ofende o se impacienta al enseñar, puede tener un efecto negativo, llegando incluso a crear bloqueos de aprendizaje en el niño. Ambos aspectos están directamente relacionados con la El concepto de afectividad de Henri Wallon y su vínculo con el desarrollo.
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¿Quién fue Henri Wallon? Nacido en Francia en 1879, valón sostiene que el desarrollo humano está ligado al entorno en el que se encuentra inmerso el individuo en aspectos cognitivos, afectivos y motores. El estudioso no pretende separar lo biológico y lo social por considerar las dos áreas complementarias, especialmente en lo que se refiere a las relaciones recíprocas.
Volvamos, rápidamente, al ejemplo citado anteriormente. El estímulo o repulsión al aprendizaje se vio afectado por elementos externos (mirada, volumen del habla, gritos o incentivos) e internos (miedo, alegría, seguridad). Como puede verse, estas emociones internas tienen un origen tanto negativo como positivo, ¿no?
Tal condición humana es lo que llamamos afectividad y, dado el ejemplo, podemos decir que no atañe sólo al afecto y al amor. La afectación, tanto buena como mala, hace que el individuo reaccione ante tales estímulos, lo que puede comprometer, de diferentes formas, en su proceso evolutivo.
Estudiosos como Lev Vygotsky y Jean Piaget ya habían afirmado la importancia de la afectividad, pero fue Wallon quien abordó el tema en profundidad. Para él, las emociones juegan un papel preponderante en el desarrollo, pues es a través de ellas que el individuo exterioriza deseos, apetencias y apatía.
Es decir, el niño nace con recursos biológicos que le dan la capacidad de desarrollarse. Sin embargo, es el medio el que permitirá que se desarrolle el potencial orgánico. Así, el estudioso divide la vida psíquica en tres dimensiones, a saber, afectiva, motora y cognitiva. Tales dimensiones coexisten e integran.
En otro ejemplo práctico, tenemos un niño listo para aprender a hablar. Tiene boca, cuerdas vocales y dispositivos sensoriales que le permiten realizar el acto del habla, ¿verdad? Pero si un adulto la regaña cuando intenta balbucear sus primeras sílabas, aparecerá un bloqueo y el bebé tendrá miedo de hablar.
Sin embargo, por el contrario, si sus padres lo estimulan con elogios e incluso lo impulsan a probar otras palabras, el desarrollo del habla será mucho mayor. Además de dividir la vida psíquica, Henri Wallon separa el desarrollo en cinco etapas, que se enumeran a continuación:
Según Henri Wallon, el primer año de vida expresa la afectividad con mayor intensidad. A través de ella, el bebé se expresa e interactúa con personas que, a su vez, responden a tales manifestaciones. Sin embargo, la afectividad está presente en todas las etapas de la vida y puede expresarse de tres formas:
La emoción es la más visible de las expresiones e incluso puede expresarse a través del habla. Con ella, el individuo logra exteriorizar lo que siente, desde su nacimiento. Es la primera manifestación de la necesidad afectiva del niño, manifestada cuando llora o cuando ríe.
Por tanto, es la dimensión que más protagonismo cobra en la obra de Wallon y, también, la que más se relaciona con la educación. A través de ella, el educador puede visualizar cuando su alumno está entusiasmado con una determinada dinámica y, al mismo tiempo, si otro está apático o cansado, pudiendo utilizar esto a su favor.
El proceso de desarrollo se rige por ciertos principios rectores de los principios de aprendizaje. Aunque en proporciones diferentes, estos principios son los mismos en niños y adultos.
El sincretismo se caracteriza por la incompetencia que, poco a poco, será reemplazada por procesos de diferenciación. El aprendizaje comienza con el sincretismo y gradualmente pasa a la siguiente etapa.
Es el instrumento a través del cual niños y adultos inician el proceso de aprendizaje cuando se exponen a nuevas situaciones.
El sentimiento de seguridad y pertenencia que un determinado entorno puede proporcionar al niño y también al adulto.
Los conjuntos funcionales se componen de desarrollo afectivo, cognitivo y motor. Cada persona tiene su ritmo, que por lo tanto debe ser respetado por las actividades correspondientes.
Como veremos más adelante, la emoción es contagiosa, por lo tanto, el comportamiento del alumno y del docente puede interferir en la dinámica de la clase. Parte del docente es la capacidad de resolver este tipo de conflictos.
En el salón de clases, es común ver a los estudiantes extremadamente emocionados e involucrados en las actividades. Pero, al mismo tiempo, el profesor detecta a los que están un poco más apáticos y desanimados. La presencia de este tipo de conductas puede ser un reflejo del propio entorno educativo, que es o no estimulante y motivador.
Las dificultades de aprendizaje son un problema de enseñanza, por lo que su solución debe enfocarse en la relación enseñanza-aprendizaje, sin culpabilizar a uno o al otro. Si las necesidades afectivas no son satisfechas, se crean barreras para el proceso y, en consecuencia, para el desarrollo del alumno y del docente.
La manifestación de la afectividad también es contagiosa. ¿Alguna vez ha notado que los padres y maestros nerviosos también ponen nerviosos a los niños y estudiantes? Esto sucede porque la afectividad es una expresión física y, por tanto, moviliza la manifestación del otro, a través de la transmisión de ese sentimiento.
La relación entre afectividad y educación también está relacionada con los conceptos de movimiento e inteligencia. El primero se refiere a la motricidad, el carácter pedagógico a través de la calidad del gesto y la representación. Para Wallon, se debe adaptar la rigidez de las escuelas para que haya mayor movimiento en el aula.
En cuanto a la inteligencia, el erudito trata el desarrollo intelectual en las escuelas de una manera más humana. Esto significa que la afectividad, el movimiento y el espacio físico deben estar en el mismo plano. ¿Que significa eso? Que el educador pueda introducir actividades pedagógicas que exploren nociones de cuerpo, tiempo y espacio.
Además, debe fomentar las relaciones interpersonales, respetando las diferencias y construyendo la identidad. Estos objetivos se pueden lograr a través de actividades que desarrollen la coordinación motora, la percepción corporal y sensorial, o incluso la orientación espacio-temporal. Los ejemplos son:
En definitiva, es necesario que los educadores conozcan a sus alumnos y aprendan a tratar con ellos a través del diálogo y la demostración de afecto (en su acepción positiva). Es necesario comprender que el papel del docente es mediar el conocimiento y, por tanto, la forma en que se relaciona con el alumno repercute en la absorción de su conocimiento.
El educador debe, entonces, absorber teorías que le ayuden a planificar su relación con el alumno, teniendo en cuenta en cuenta sus características individuales, las actividades propuestas y el contexto en el que se construye esta relación.