La cuestión de la cronología de la ocupación de América por los humanos modernos, la Homo sapiens, ha sido objeto de acalorados debates en la comunidad científica durante varias décadas.
El descubrimiento de puntas afiladas hechas de pedernal, un tipo de roca, que data de la década de 1930, en Nuevo México, EE. UU., fue considerado la evidencia más antigua de presencia humana en la región.
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Estos artefactos fueron atribuidos a la llamada “cultura Clóvis”, cuyos miembros se cree que llegaron al continente americano. Cruzando un puente terrestre que surgió a través de lo que hoy es el Estrecho de Bering entre Siberia y Alaska al final del Último Máximo. Glacial.
Su influencia comenzó a debilitarse en la década de 1990 debido a estudios realizados en el sitio arqueológico de Monte Verde, ubicado en Chile.
Mediciones de edad de artefactos encontrados en Monte Verde y otros sitios arqueológicos en América del Sur proporcionó evidencia sólida de la presencia de ocupaciones humanas en las Américas hace aproximadamente 14.500 a 18.000 años. atrás.
A partir del año 2020, descubrimientos arqueológicos en sitios como Chiquihuite, México, y White Sands, Nuevo México, Estados Unidos, revelaron artefactos que datan de hace aproximadamente 33.000 y 23.000 años, respectivamente.
Los hallazgos plantearon la intrigante posibilidad de que los humanos pudieran haber llegado al continente americano incluso antes del Último Máximo Glacial, es decir, hace entre 26.000 y 19.000 años.
Esta evidencia de Chiquihuite y White Sands ha provocado una revisión de perspectivas sobre los sitios arqueológicos más antiguos del mundo. América, alentando a la comunidad científica a reexaminar los descubrimientos en lugares como Santa Elina, en el estado de Mato Grosso, en Brasil.
(Imagen: reproducción/internet)
El Refugio Santa Elina, ubicado en la impresionante Serra das Araras, en la región del municipio de Jangada, fue revelando sus secretos a lo largo de aproximadamente tres décadas, a partir de 1983.
Un equipo dedicado, dirigido por la arqueóloga Águeda Vialou, del Museo Nacional de Historia Natural de París, llevó a cabo meticulosas excavaciones en este sitio.
El sitio no sólo exhibe un notable panel de pinturas rupestres, sino que también revela tesoros arqueológicos en estratos naturales, con una antigüedad que oscila entre los 27 mil y los 1.770 años.
El interés por el sitio de Santa Elina cobró protagonismo en la década de 1990, cuando algo verdaderamente extraordinario salió a la luz: el descubrimiento de tres osteodermos, que son depósitos óseos que forman placas u otras estructuras en la capa externa de la piel de ciertos animales.
Los osteodermos habían sido modificados y se atribuyeron a un perezoso terrestre gigante conocido como Fenesis de glosoterio. Los análisis indicaron que estos descubrimientos se remontan a hace aproximadamente 27 mil años.
Durante el análisis detallado de los osteodermos descubiertos en Santa Elina, los arqueólogos identificaron dos formas distintas de intervención humana en los huesos antiguos.
El primero se caracteriza por modificaciones intencionadas, que incluyen marcas de pulido, cambios en su forma original y la presencia de agujeros meticulosamente creados.
Las modificaciones sugieren una cuidadosa manipulación y la intención de transformar estos huesos en artefactos útiles u ornamentales, como anillos, por ejemplo.
Los estudios sobre este tema siguen activos y los científicos están cada vez más ansiosos por realizar nuevos descubrimientos.
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